Gabriela Martínez

Gabriela Martínez

Por: Gabriela Martínez

Que no exista el privilegio

“Que las niñas que vean este Mundial sepan que si lo desean pueden ser campeonas del mundo”, esta frase retumbó fuerte en el certamen femenil. Todas las jugadoras de esta justa tenían un nivel superior al de otros años, pero ciertamente no todas las niñas del mundo tienen la posibilidad de elegir.

Desde mi niñez veo, juego y opino sobre futbol. Practiqué con mis hermanos y en ese entorno me desenvolví. Nunca me callaron, nadie me hizo sentir equivocada al dar mis comentarios y, con el tiempo, trabajé en el periodismo deportivo de México. Irónicamente, ahí fue la primera vez donde sentí alguna restricción.

Soy una mujer privilegiada. Cuando decidí jugar futbol, mi abuelita Eve lo celebró, mi papá me mandó a hacer unos zapatos color rosa para los partidos y mi hermano me entrenó y dirigió mientras mis demás familiares varones me incluían en sus equipos. Parecen cosas pequeñas, pero en países como Inglaterra o Brasil el futbol femenil antes era castigado.

Para la mayoría de las jugadoras llegar a este Mundial fue el gran triunfo de sus carreras. Imaginen que son buenas para dibujar, aman esa actividad y tienen los conocimientos para hacerla, pero en su ciudad no les permiten hacerlo porque está prohibido. Exactamente así se sentían ellas.

Las futbolistas siguen siendo abusadas, maltratadas y minusvaloradas por los mismos dirigentes de sus selecciones. Tristemente, el respeto sigue siendo un privilegio para muchas, pero sueño con un mundo donde todas las personas puedan dedicarse a lo que deseen, las diferencias no existan y los derechos sean equitativos.