Gabriela Martínez

Gabriela Martínez

Por: Gabriela Martínez

El último hombre

En casa siempre he escuchado las historias que mis papás y abuelitos vivieron a través del futbol. Una siempre me gustó escucharla: el protagonista era un alemán llamado Franz Beckenbauer quien jugó con un hombro dislocado en el Mundial de México 70.

El libero —una palabra italiana que significa libre y describe a un jugador que cubre una posición detrás de la línea defensiva— no era un término completamente nuevo a finales de los 60 y principios de los 70, pero nadie que había optado por jugar en esa posición lo había hecho con tal visión, gracia y habilidad con el balón como lo hizo Beckenbauer, un revolucionario futbolista que falleció a los 78 años hace unos días.

Su carrera como futbolista despegó en la década de los 60 cuando se unió al Bayern de Múnich. Beckenbauer no solo destacó por su elegancia en el campo, sino también por su versatilidad. Jugó como defensa central y centrocampista defensivo mostrando un talento único para guiar a su equipo desde diferentes posiciones. Su estrategia y capacidad para anticipar el juego le valieron el apodo de «El Káiser».

A lo largo de su vida, Franz Beckenbauer fue reconocido tanto por sus logros en el campo como por su contribución al desarrollo del futbol global. Su inteligencia táctica y liderazgo lo convirtieron en una figura venerada en el mundo del deporte.

En la actualidad, aunque su presencia física se ha ido, el legado de Franz Beckenbauer sigue vivo en el presente del futbol. Su impacto como jugador, entrenador y dirigente inspirará a las generaciones futuras. El líder dentro y fuera del campo será recordado cuando un defensa imponga su ley en el área.