Imagen: mediotiempo

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Por Jorge Raúl Nacif

La ilegitimidad de lo legal

Grupo Salinas no hace algo ilegal. Finalmente, Monarcas Morelia es una empresa que le pertenece y, como en toda propiedad privada, tiene el derecho de tomar las decisiones que mejor les parezcan.

Aunque en el marco de la legalidad, la sonada mudanza a Mazatlán sí cae en lo ilegítimo, lo cual es notoriamente peor. Y es que no resulta ético borrar de un «plumazo» la historia de esfuerzo y lucha que el equipo de la ciudad -otrora llamado Atlético Morelia- emprendió para formar parte de la identidad de un pueblo que transpira al compás de los colores rojiamarillos.

Es difícil hablar de ética dentro de un entorno que se rige por el materialismo desbordante que carcome a la sociedad. Los turbios manejos de la Liga MX no son hechos aislados, sino fiel reflejo de una actualidad mundial cada vez más fría y condicionada únicamente por el factor económico. A los que pensamos diferente, nos denostan adjetivándonos de «románticos».

Monarcas no es una franquicia de generación espontánea en fechas recientes. Hace casi 100 años comenzó una historia que se vio canalizada en 1950, cuando los esfuerzos se profesionalizaron para dar origen a una institución que, desde 1981, se mantiene de manera ininterrumpida en el Máximo Circuito. Fue apenas en 1996 cuando Grupo Salinas adquirió al equipo, que durante años fue el buque insignia de la incontenible pasión del empresario michoacano, Nicandro Ortiz.

El argumento, expresado por el periodista David Medrano a manera de «vocero», queda sustentado en la poca rentabilidad de mantener al equipo en la ciudad, gracias en parte al nulo apoyo de las empresas locales en materia de patrocinios. De entrada suena lógico, pero no podemos dejar de mencionar que Grupo Salinas jamás realizó una verdadera inversión en Monarcas Morelia. Querer cosechar sin sembrar, ¡menuda paradoja!

Una inversión inteligente, así como el seguimiento puntual de cada día, se traduce en mejores resultados. Esto lleva a estadios más poblados, más ventas de playeras, mejor presencia mediática y mayores patrocinios. ¿Qué empresario va a querer su marca en la playera de un equipo que no aspira a ser ganador? ¿Quién va a querer invertir en una institución a la que el propio dueño no le invierte?

Lo anterior me pone a pensar que Grupo Salinas quería al equipo por otros motivos. Lejos de la consolidación deportiva, tal vez la propiedad de Monarcas permitió escalar peldaños a nivel federativo y toma de decisiones , o bien derechos de transmisión de Selección Mexicana. No lo sé, estoy especulando, pero sí me queda claro que la intención no fue -quizá solo al inicio- montar un equipo para luchar por títulos.

Me cuesta creer que uno de los grupos empresariales más importantes de América Latina no pudiera destinar mayor presupuesto para reforzar todas las áreas del club. Más bien, nunca quisieron hacerlo. Monarcas Morelia siempre fue una empresa autosustentable, en la que Álvaro Dávila lograba verdaderos milagros para presentar cuadros medianamente competitivos. En algunas campañas se lograba, mientras que en otras no. Así como Monarcas estuvo cerca de repetir la hazaña del Invierno 2000, quedó al borde del descenso hace menos de un lustro.

Muchas veces llegaban a Monarcas jugadores extranjeros con poco cartel y mexicanos que buscaban revalorizarse. Los que lograban consolidarse, en poco tiempo eran vendidos por sumas que se cuadriplicaban. Este dinero permitía la operación de la institución, generándose así un modus vivendi, mientras el grupo no destinaba recursos que mostraran un interés real.

En fin, todo este delicado tema no se trata «solo de fútbol», como argumentan con frialdad algunas mentes que se autoconsideran brillantes. El fútbol brinda cientos de trabajos directos e indirectos. Además, ayuda a fortalecer la identidad, es un genuino distractor y fortalece el espíritu para enfrentar una realidad que, no pocas veces, es muy dura.

Hablando en primera persona, mi afición a este equipo surgió desde la infancia. Mucho ha significado en diversas circunstancias de mi vida y fue, sin dudarlo ni un segundo, uno de mis sellos de identidad. «Loco», me han dicho en más de una ocasión. Privilegiado soy de estar contagiado de esta «bendita locura» del fútbol, aunque ahora mi alma se encuentre desgarrada. Este sentimiento es algo que los dirigentes jamás podrán entender. A ellos solo les mueve el billete… y de los verdes.

Quitar un signo de identidad y cultura siempre será ilegítimo. ¡No se vale! Llevarse a Monarcas Morelia es un duro golpe para la afición y la economía del estado. Todos sabemos lo que mueve un equipo de Primera División. Grupo Salinas muda Monarcas a Mazatlán y están en su derecho. ¡Qué les aproveche!

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Jorge Raúl Nacif
Comunicólogo y amante del fútbo