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Desconocimiento y protagonismo

La actualidad en los medios de comunicación deportivos – y concretamente futboleros – se
encuentra en una situación deprimente. Nunca en la historia el periodismo mexicano había vivido
horas tan bajas como las que hoy en día estamos experimentando.

Dos términos podrían definir perfectamente el caso: “desconocimiento” y “protagonismo”.
Vayamos por partes. Tenemos en los medios de comunicación a periodistas, narradores o
comentaristas que, tal y como lo dejan ver día tras día, no cuentan con el conocimiento suficiente
del tema.

Esto conlleva a que el nivel de análisis sea realmente bajo y se termine por “malinformar” al
espectador. Peor todavía es que, con tan bajos conocimientos, quienes tiene un micrófono se
atreven a criticar muy duramente e incluso juzgar a los involucrados en el juego, armando
absurdas polémicas que suelen terminar en discusiones bizantinas.

Asimismo, el comentarista deportivo tiene un afán de protagonismo que le quita seriedad a su
trabajo. Ahora lo que importa es ver quién grita más fuerte o cuántos se ponen en el papel de
jueces absolutos de esta historia, dejando ver abiertamente sus preferencias y perdiendo así el
equilibrio.

Este punto es clave. Muy pocos comunicadores son realmente respetados; mejor dicho, no se dan
a respetar. El profesionalismo parece una cualidad en peligro de extinción, salvo honrosas
excepciones entre las que destacaré siempre a personajes como Emilio Fernando Alonso, Roberto
Guerrero, Heriberto Murrieta y Rafael Puente, auténticos caballeros del micrófono.

En términos generales es notorio que las entrevistas no son preparadas periodísticamente y poco
a poco ha ido desapareciendo la objetividad que rige la labor del comunicólogo. Los programas
deportivos en radio y televisión se han convertido en un show que, incluso, parece muy bien
planeado.

También se han perdido aquellas educadas voces que daban rienda suelta un cúmulo de
sensaciones. La auténtica locución parece perdida en algún lugar del oscuro túnel del tiempo.
Los medios de comunicación contribuyen desde la trinchera deportiva (que no carece de
importancia) a la “frivolización” de esta decadente sociedad. “Es lo que vende”, dicen por ahí.
Quizá entonces tenemos los que merecemos…