Por: Gabriela Martínez

Ciudad de México, Ciudad de México a15 de noviembre del 2020.- Esta semana, Diego Armando estuvo hospitalizado y fue intervenido por un edema craneal. Las primeras noticias solo mencionaban que había sido internado de emergencia y pensé en la tristeza de perder al enorme genio del futbol mundial.

Sí, tal vez los años de gloria de Maradona pasaron, pero también es cierto que el argentino ya tiene un lugar en la historia: sus goles, regate, control de balón y reconocimientos lo mantendrán en la élite de su profesión porque la belleza de su futbol perdurará.

Muchos vieron jugar a Diego en vivo, pero no fue mi caso. Yo lo conocí por relatos de mis papás y algunos videos de los goles del jugador. También supe de sus errores al probar todo tipo de drogas y cómo eso fue afectando su carrera. Entonces, me convertí en esa aficionada que calificaba a Maradona de tramposo y olvidaba su talento con el balón.

Con el tiempo, mi actitud no cambió; de hecho, hacía burlas de él y peleaba con quienes le admiraban y defendían llamándolo Dios. Hoy, sé que partidarios y detractores estábamos equivocados: polarizamos la figura de un extraordinario futbolista al ver únicamente lo blanco y lo negro sin considerar los grises.

Así es, Diego Armando es un ser humano extraordinario que dentro del campo maravilló a quienes lo vieron; en su momento, fue un dolor de cabeza para sus rivales y el orgullo de Argentina. Sin embargo, al tenerlo todo, no supo controlarse. Su afición a la cocaína impactó negativamente tanto su salud como su rendimiento deportivo. El éxito lo rebasó y le cobró una factura muy cara.

Es muy fuerte ver la foto más reciente de Maradona porque no puedes evitar contrastarla con cómo era cuando anotó el llamado “Gol del siglo” en el Mundial de México 86. El campeón del mundo puede caerte bien o no, pero sería muy irresponsable juzgarle por acciones cuyos efectos solamente él sigue viviendo. Quizá “El Diego” no vuelva a jugar al máximo, pero su nivel en la cancha será muy difícil de superar.

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