Desde la banda
Por: Gabriela Martínez
Cathy Freeman le vuelve a ganar a Ana Guevara
En los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 la carrera de los 400 metros planos fue casi como la competencia cúspide; no el futbol, no el basquetbol. Una competencia que dura menos de un minuto acaparó las miradas: en la pista estaba la local Cathy Freeman y su más próxima rival era la mexicana Ana Guevara.
El oro fue para Cathy y Anita, como era llamada cariñosamente, se quedó con la plata. Entonces, en México una de sus marcas patrocinadoras creó la frase “Dime que corro como niña”. La deportista consiguió la victoria moral porque logró poner a su país en el radar de una disciplina en la cual normalmente no destacaba.
23 años después, quienes admiramos a Ana como atleta la criticamos por su desastre al administrar el deporte mexicano. Durante su carrera deportiva pregonó que ella estaba del lado de los atletas, pero hoy sus acciones demuestran enfocarse únicamente en su bienestar político. Ahora corre sola y su meta es el siguiente “hueso”.
Las “joyas” de su administración van desde apoyar a sus “amigos” (quienes la ayudaron a llegar al poder) hasta darle la espalda a los atletas activos. Ana está cegada, enferma de poder, y parece no darse cuenta que en el cambio de sexenio no saldrá tan bien librada. A pesar de sus decisiones, hay deportistas ganando medallas.
La historia de la heroína llegando a la tierra prometida para hacer justicia se transforma a la de la villana fingiendo ser buena persona para destruir todo el palacio. Sin embargo, lo bueno de esta trágica historia es que el final aún no llega.
En Australia a los deportistas de élite que se abrieron paso a partir de su esfuerzo y trabajo se les conoce como herederos del efecto Freeman. En México quienes sigan el efecto Guevara serán promotores de la corrupción.