Gracias, Eve
Por: Gabriela Martínez
Ciudad de México, Ciudad de México a 09 de agosto del 2020.- Desde muy chica, en casa escuché, vi y practiqué el futbol. Cuando me tocó ir a la escuela, fui a un colegio donde solo había niñas con quienes yo trataba de hacer conversación sobre este deporte. El resultado no fue el esperado y, al contrario, era como si yo no encajara con ellas. Un día después, cuando llegaste de trabajar, me senté en la orilla de tu cama y te conté mi problema. Tú dejaste de leer el Ovaciones para decirme: “Si quieres hablar de futbol con una amiga, podemos hacerlo; no te preocupes, aquí estoy.”
Entonces, me contaste cuando fuiste con “Coché”, tu esposo, al estadio de Ciudad Universitaria y cuánto lo disfrutaste; también sobre la vez en que cambiaste al América por “tus” Rayos del Necaxa porque en la tintorería donde trabajabas una persona se burlaba constantemente de tu equipo; y de cuando fuiste a ver a la primera selección de futbol femenil de México en 1970 y cómo la “Pelé” Vargas brilló en aquellos partidos. Además, me platicaste cuando viste jugar a Edson Arantes y el Necaxa le ganó. Fuiste la más feliz cuando los Rayos fueron campeones y te gustaba burlarte un poco del desastre que eran “mis” Pumas. Todos los días, leías el periódico para ver si había juegos.
Gracias por entenderme, Eve, porque cuando dudé sobre unirme a un equipo femenil de futbol, tú me dijiste: “Si en mis tiempos no hubiera sido mal visto, yo hubiera jugado futbol.” Siempre me inculcaste la valentía. Tu casa era el refugio perfecto; de hecho, cuando en la adolescencia pasó por mi cabeza dejar mi hogar, pensaba irme contigo, ahí donde podíamos platicar de cualquier cosa.
Fuiste una jovencita oaxaqueña que llegó a la Ciudad de México sin nada y con todo en contra, pero con trabajo, esfuerzo y dedicación lo pusiste todo a tu favor. Eve, decidiste irte un día después de tu cumpleaños y me dejaste esa sonrisa que será mi compañera de ahora en adelante. Gracias por ser mi “abue”; por ser amor, comprensión y sabiduría.