Jorga Raúl Nacif, el toreo y futbol es su pasión

Razón a la sinrazón

Por: Jorge Raúl Nacif

Dar la razón a la sinrazón es lo que el máximo Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) ha
realizado al decantarse por las decisiones de la Federación Mexicana de Futbol y ratificar
la cancelación del ascenso y el descenso por seis temporadas, desestimando así la queja
interpuesta por los clubes Leones Negros, Venados y Correcaminos.

Una liga sin ascenso y descenso atenta contra uno de los principios fundamentales del
deporte y, más aún, de la sociedad misma.

En el fondo, esta decisión elimina de tajo las consecuencias de las acciones de cada uno
de los clubes. Por un lado, no castiga deportivamente al que trabaja mal y, por el otro, no
premia al que lo hace bien.

La injusticia galopante no solamente constituye una aberración en sí misma, sino que
genera un mal ejemplo hacia a las afueras y, por si fuera poco, contribuye a la
mediocridad de nuestra ya de por sí diezmada liga.

Creo que el nivel futbolístico no es tan malo en México. No obstante, no me atrevo a
imaginar cómo sería si, en un hipotético modelo, las decisiones federativas fueron tan solo
un poquito coherentes. Las determinaciones generadas por los entes de “pantalón largo”
dejan a lo deportivo en último sitio y no son consistentes entre sí.

La Federación tiene motivos aparentes para la cancelación de ascenso y descenso, e
incluso pueden explicarlos de una manera convincente. Tal vez así lo hicieron ante el
TAS… o tal vez hubo algo más. Parece increíble que un tribunal, cuyo trabajo consiste en
dictar justicia, avale una de las injusticias más arteras en la historia de nuestro futbol.

Aunque todos sabemos que esta decisión es para proteger a ciertas franquicias y
propietarios, uno lo de los argumentos más fuertes es que los equipos de la segunda
categoría mexicana no tienen infraestructura necesaria e, incluso, de ha alegado la
capacidad de los estadios o que éstos nos estén embutacados.

Menuda pantomima. Cómo si en las mejores ligas del mundo no viéramos equipos recién
ascendidos que tienen estadios muy pequeños, aunque con gran sabor futbolero. Es
justamente el ascenso lo que más motiva a desarrollar infraestructura, y no al revés.
Resulta privativo, además, analizar ciudades, afición y constancias de cada equipo.

Parece broma, incluso peor que una mentada de jefa, pero los dirigentes se preocupan
más de la capacidad de un estadio y no de que el lugar 12 de la tabla general pueda ser
campeón, la multipropiedad o que sobre el terreno de juego participen más extranjeros
que mexicanos. “Cuelan el mosquito, pero se tragan el camello”, diría la Sagrada
Escritura.

Acto seguido, se cita a la crisis por el Coronavirus. Cierto. Esto ha impactado en todo el
orbe, pero no vemos alguna otra liga en la que esto cause no ascensos ni descensos.

En fin, decisiones de este tipo atentan contra el derecho de los clubes, de los futbolistas y,
por supuesto, de la afición. A la postre, son los aficionados los que dejan de creer en esta
liga y, al alejarse, se llevan también las “gallinas de los huevos de oro”. Al tiempo.

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