Jorga Raúl Nacif, el toreo y futbol es su pasión

Diego Eterno

Por: Jorge Raúl Nacif

Partió Diego Armando Maradona y el mundo del futbol lo llora, quizá como a ningún otro en el
pasado y, con toda seguridad, también en el futuro. Y es que se trata de uno de los personajes
referenciales en la historia de este hermoso deporte, el cual logró trascender frontera para
convertirse en un auténtico fenómeno social.

Ídolo de multitudes, su fortaleza en la cancha contrastaba con lo azarosa que fue su vida fuera de
ésta. Un cúmulo de debilidades nos recordaba que era tan humano como todos nosotros e,
incluso, es incierto hablar de un buen ejemplo para la juventud. No obstante, ¿Quién está libre de
pecado para tirar la primera piedra?

Si, en cambio, es menester reconocer sus múltiples cualidades como futbolista, mismas que lo
convirtieron en un jugador excepcional. Desde su trinchera, supo darle valor a lo que socialmente
implica el futbol y brindó inmensas alegrías a la hinchada argentina, pero también a todos los
fanáticos de los clubes donde militó.

A quien de verdad le gusta el futbol, no puede no gustarle Maradona. El “Pelusa” era un
aficionado dentro de la cancha, pues siempre quedó patente su profundo amor por el juego. Esto
lo hacía apasionado en extremo y con un espíritu competitivo a prueba de fuego. Su liderazgo le
permitía “echarse al equipo a los hombros”, para entonces conducir los hilos dentro de la cancha.
También supo defender públicamente los derechos de los futbolistas, lo cual le granjeó muchos
enemigos de pantalón largo. Maradona no era políticamente correcto… sino todo lo contrario; fue
un “loco importante”, escuché alguna vez decir sobre él.

Futbolísticamente hablando, no queda duda que se trató de la mejor zurda en la historia del
futbol. Su fineza técnica, aunada a la clase que brotaba de sus botines, lo convertían más en un
artista que en un deportista. Siempre batalló con esos kilitos de más, pero su futbol siempre
estuvo por encima de todo.

Su gambeta resultaba fuera de serie y era capaz de dejar sembrados a dos, tres, cuatro… o los
rivales que fueran necesarios. Para la época, se trataba de un tipo veloz, que además manejaba un
cambio de ritmo que enloquecía a todo aquel que osaba en marcarlo.

Maestro en los tiros libres, gozaba de un excelso disparo de media distancia. Su visión de campo lo
convertía en un asistidor de gran peligro, además de tener capacidad para adaptarse a jugar en
todo el frente del ataque.

A todo lo descrito, hay que sumarle una garra espectacular. Nunca daba una jugada por perdida y,
si era necesario, también sabía meter la pierna con singular alegría. El colmillo de Diego era largo
y retorcido, con un futbol plagado de recursos y alguna que otra picardía. La verdad es que el tipo
disfrutaba como enano.

La leyenda ya existía, pero cobra todavía mayor relieve tras la muerte del astro argentino. Para
muchos, se trata del mejor futbolista de todos los tiempos. Descanse en paz.

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