Jorga Raúl Nacif, el toreo y futbol es su pasión

Los matices de una final

Por: Jorge Raúl Nacif

Mucho pesar generó en la afición de Atlético Morelia el resultado adverso de la Gran Final frente a Tepatitlán y, por lo tanto, el hecho mismo de quedarse al margen de levantar el trofeo de campeón.  En el futbol hay matices y circunstancias, pero queda claro que el equipo michoacano no supo jugar la final.

El partido de ida fue disputado en la cancha del “Tepa Gómez” y el Atlético no salió goleado de casualidad, entre las fallas de los delanteros jaliscienses y una destacada actuación del arquero Alejandro Arana, que evitó goles a trancas y barrancas, en medio de rebotes y “traca tracas”.

Los purépechas intentaron meter a Tepa en su juego dormilón, atascándolo igual que lo habían hecho con Atlante en el Estadio Azulgrana. No funcionó; quizás faltó conocer más al rival, pues los de Jalisco son versátiles al ataque y, si no podían plantarse frente al arco, no había empacho en probar a Arana desde larga distancia.

Atlético Morelia jugó la vuelta como había que hacerlo. La presión fue intensa desde el inicio y con ímpetu se buscó el gol. En una jugada aislada, Tepetitlán vacunó primero, pero Morelia no se arredró y le dio la vuelta antes de terminar el primer tiempo.

Aquí vienen los momentos clave de la final. Atlético Morelia no aprovechó el desconcierto del Tepa, pues para ellos fue un balde de agua helada verse alcanzados en el global. Los michoacanos apretaron en el segundo tiempo, pero faltó mayor intensidad para concretar el gol del título. Milke la tuvo en un cabezazo pleno… y todavía más clara la de Edu Pérez, que “voló” al balón a dos metros de la línea de gol, totalmente solo y ya sin arquero.

Es posible que Ricardo Valiño se equivocara al meter a Martín Zúñiga. Cierto que Edu estaba amonestado y se veía revolucionado, pero el hombre que ingresó no había jugado ni un minuto desde la fecha 11 y se notó muy fuera de ritmo, además de desacoplado con sus compañeros. De hecho, ahí fue cuando Tepatitlán recuperó en cierta forma el trato del balón.

¿Meter en una final a un jugador que llevaba parado siete partidos? No me quedó claro. Quizá era para aprovechar su 1.83 de estatura y enviarle centros, pero nunca lo hicieron. Tal vez la opción era meter a Magaña, pegarlo a la banda derecha y buscar que disparara a pierna cambiada, reordenando el medio campo y dejar en punta a Diego Jiménez. No lo sé, no soy entrenador ni pretendo serlo.

Simplemente me pareció claro que el equipo cambió tras ese movimiento. Luego ,el penal inocente que cometió Víctor Milke cuando ya se mascaban los tiempos extra. No obstante, al hombre no hay nada que reclamarle; tuvo un temporadón y fue pieza clave para llegar aquí. Todos nos equivocamos en algún momento.

El título es merecido para el Tepa, pues supo sufrir cuando hubo que hacerlo y vacunar en los momentos oportunos. Y por cierto, ¡Qué buen jugador es Luis “Gordo” Márquez! Mis respetos. Aguantó candela de la tribuna, provocó el penal y lo concretó con un gran temple Enhorabuena, chamaco, por demostrar que el físico nada tiene que ver con la calidad.

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