Gabriela Martínez

Gabriela Martínez

Por: Gabriela Martínez

La empatía, el ejemplo que nos dio Tokio

Ciudad de México, Ciudad de México a 08 de agosto del 2021.- Cuando termina una justa como los Juegos Olímpicos se habla acerca de sus maravillosos momentos y cómo la próxima sede del evento tiene un gran reto al organizarlos. Los de Tokyo 2020 tal vez no serán etiquetados como los mejores, pero sí pasarán a la historia como los que por poco no se llevan a cabo y donde la hermandad de los deportistas dio un ejemplo al mundo.

Naomi Osaka y Simone Biles no solo demostraron que ser un deportista de élite no es el sueño rosa difundido por televisión al revelar sus problemas mentales, sino también nos dieron la lección de competir con honor usando sus propias capacidades sin usar elementos externos. Además, el apoyo de sus equipos, sus rivales y sus entrenadores dejaron un ejemplo de solidaridad.

Otras chicas, más jóvenes y de otro deporte, el skate (que por cierto debutó en estos Juegos), nos enseñaron cómo podemos divertirnos y luchar al mismo tiempo. Ellas no rebasan los 15 años y celebraron las hazañas de sus contrincantes volviendo a la competencia una fiesta donde si acaso el idioma y las nacionalidades eran la única diferencia. Verlas fue un deleite.

De igual manera, Tokio nos dio muestras de igualdad y justicia. Desde un atleta cruzando los brazos después de recibir su medalla hasta el equipo de esgrima de Estados Unidos portando un cubrebocas rosa en apoyo a las chicas que han denunciado el abuso sexual por parte de otro integrante llamado Alen Hadzic (como el hecho aún es investigado, se le permitió asistir al deportista, pero ellos hicieron lo correcto apoyando a las víctimas). Por supuesto, también quedará para la posteridad el gesto del italiano Gianmarco Tamberi y el qatarí Mutaz Barshim al decidir subir al podio a recibir el oro juntos en lugar de seguir peleando por llevarse el metal individualmente.

Mención aparte para los atletas mexicanos, a quienes seguiré apoyando aunque me sigan tachando de patriota. Fui muy feliz al ver a algunos subir al podio y a quienes estuvieron a un pasito de este. ¡Qué corazón el tuyo Alexa, qué manera de pelear la medalla Aranza, qué perseverancia Jorge Orozco y qué amor a la camiseta de la selección de softbol! Como aficionados nos encantan los triunfos o en este caso las medallas, pero llegar a una competencia olímpica, créanme, debe ser ya considerado un logro.

Hace unos días, platiqué con un comunicólogo sobre cómo las redes sociales convirtieron por un momento a esta justa en los “Juegos del odio”. Yo no juzgaré si sus aseveraciones tienen validez o no. Prefiero seguir pensando que la grandeza del olimpismo superó a cualquier crítica. Gracias, Tokyo 2020.

Citius, altius, fortius, communis (“Más rápido, más alto, más fuerte, juntos”).

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