Gabriela Martínez

Gabriela Martínez

Por: Gabriela Martínez

La presión innecesaria sobre Chicharito

Javier Hernández fue la bomba del 2010. El jugador de las Chivas acaparó todos los diarios deportivos al darse a conocer su fichaje con el Manchester United, equipo donde se formó el astro Cristiano Ronaldo. Esa oportunidad lo catapultó a la fama, pero también fue su desgracia.

En ese año, yo trabajaba en una redacción deportiva donde se decía: “No importa lo que haga, es Chicharito y vende”, lo cual no quedaba en un simple dicho porque la gente buscaba con gran ahínco todo lo relacionado al jugador.

Javier vivía el estado de gracia, anotaba tanto con su equipo como con su selección y era considerado un futbolista de alta calidad. Pocos eran quienes señalaban sus goles como tiros de suerte, pero de la misma forma que Chicharito tocó el cielo, también se apagó gradualmente hasta perder el brillo. Modos, declaraciones y cambios de equipo fueron los argumentos de sus detractores y hoy, a unos meses del Mundial, tiene muy pocas posibilidades de asistir.

Sin embargo, en los medios piden a gritos llamar a Javier a las filas de la selección mexicana, pero si eso no sucede, créanme, no pasará nada. Tal vez mi opinión sea muy criticada, pero no creo que él haga la diferencia porque ya estuvo en el Tri y no la hizo. Chicharito no es la clave en el equipo liderado por Martino y aunque en la temporada es el mexicano quien más goles ha anotado, lo ha hecho con otro equipo en una liga en crecimiento.

Ojo, esta columna no es una campaña en su contra, sino una invitación a dejar de pensar que un solo jugador es la solución a los problemas de la selección mexicana. En lugar de eso, el Tri debería mejorar su trabajo en equipo.

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